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Los Rosarios de la Aurora en Mengíbar PDF Imprimir E-Mail

rosarios11.jpgUna tradición popular, emotiva y entrañable

«A las dos de la mañana saldrán los Hermanos de casa del Mayor con un canto y acompañados con guitarra, instrumento propio para acompañar en las coplas a María Santísima, según su tradición, y cantarán una copla en la puerta de. cada Hermano, como igualmente al Clero Parroquial y una vez terminados, marcharán a casa del Hermano Mayor para salir al segundo toque del Rosario de ¡a Aurora con banderas...» (Estatutos de la Cofradía de la Virgen del Rosario, de Mengíbar)......

rosarios1.jpg

 

1. INTRODUCCIÓN

Cuando el verano declina y el otoño se asoma con sus infinitos tonos cro­máticos, entre verdes y amarillos, por las arboledas, y grises y pardos en las tierras de labor, resecas y carentes en apariencia de vida, Mengíbar vive intensamente unas celebraciones, difíciles de precisar en sus orígenes, aunque no en su significado. Quizá surgieran, hace muchos años, cuando sus recios, abnegados y sufridos hombres habían terminado de las largas y penosas fa­enas en la recolección veraniega y necesitaban llenar el tiempo ocioso, hasta que llegase la simienza, con alguna actividad festiva y atrayente, como la que surgió en el seno de unas seculares cofradías, cuyas festividades coincidían en el mes de septiembre, como las de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Virgen de los Dolores, y muy cercanas al mismo, como Virgen de) Carmen y Virgen del Rosario.

Sin embargo, resulta sorprendente ver el arraigo de esta tradición men-gibareña, que se remonta a varios siglos de existencia. Prueba de ello, en el legajo número 4.158, existente en el Archivo Histórico Provincial de Jaén, sec­ción de escribanos, el vecino de Mengíbar, Juan de Aguilera, hace testamento ante el escribano del mismo lugar, Miguel Antonio Sánchez, el 25 de febrero de 1793, y en el mismo manda, entre otras: «que se den seis reales de limosna a la Cofradía de la Virgen del Rosario, que se sirve en la iglesia parroquial de San Pedro de esta villa, para que en la madrugada del domingo siguiente los Hermanos de ella salgan por las calles públicas de esta villa, rezando el Ro­sario de la Aurora, desde la calle del Pozuelo, donde él vive, cada año, por Memoria Perpetua y para siempre». Esto demuestra que el rezo del Rosario de la Aurora era bastante corriente en Mengíbar y, sobre todo, la profunda vivencia de sus habitantes en esta tradición, recibida de sus mayores, no como simple herencia de la festividad o costumbre, sino de participación en el la­tido hondo de estas celebraciones. De ahí, que los mengibareños de ambos sexos, contagiados de esa fe, algo bastante inusual en los momentos actuales, participen en gran número en estas festividades, que tienen lugar en el último domingo de agosto, en los cuatro últimos de septiembre y en el primero de octubre.

Quizá para los mengibareños nos sea más fácil el comprenderlas, si re­cordamos nuestra niñez y evocamos aquellas tardes de septiembre, cuando ansiábamos que llegara el atardecer para salir de nuestras casas, llevando de la mano y colgado de una cuerda, con sumo cuidado, como si de un solemne ceremonial se tratara, un típico farol, hecho por nuestra buena madre, de un melón, al que se le había vaciado la pulpa, introducido una vela y hechas unas curiosas incisiones o dibujos en la corteza, normalmente, cruces, escaleras, cal­varios, estrellas y lunas, que al trasluz y de noche producían unos bellos efectos, más cuando entonces la iluminación de las calles de Mengíbar no era muy bri­llante, así como un curioso y fascinante espectáculo, por lo menos, así lo era para nosotros, los niños. Otras veces el farol estaba hecho con cartón, forrado con papeles de seda de colores y colocado en el extremo de una caña, tam­bién forrada, imitando así a los grandes faroles que los Hermanos de las Co­fradías de Mengíbar llevan en los Rosarios de la Aurora y procesiones de la tarde de los domingos de septiembre.

Cuando llegaban los primeros días del mes de septiembre, nos juntá­bamos los amigos de la calle o barrio, cada uno con su farol y, cantando esas preciosas y típicas coplillas, íbamos a visitar a nuestros familiares, formando pequeñas rondas, que causaban la admiración de cuantos nos contemplaban. Creo que del amplio repertorio de coplas, la que mejor sabíamos y cantábamos era la más bella y sencilla, pero también, la más significativa:

El Rosario de la Carmelita, una campanita toca sin cesar, porque dice que viene María repartiendo flores por la «madruga».

Hoy, a pesar del paso de los siglos, perdura con fuerza esta entrañable, bella, típica y emotiva tradición, que encanta a propios y extraños, creyentes y agnósticos, fruto de una religiosidad, nunca tan popular, que se ha ido trans­mitiendo de generación en generación.

 

2.LOS PROTAGONISTAS

Aunque sean el pueblo y sus gentes, sin ninguna distinción, los grandes protagonistas de esta tradición, hay que destacar la organización de los actos, que corre a cargo de las cinco Cofradías que celebran en esos domingos sus fiestas principales: Virgen de Fátima (último domingo rosarios2.jpgde agosto), Jesús Na­zareno (antepenúltimo de septiembre), Virgen de los Dolores (penúltimo de septiembre), Virgen del Carmen (último de septiembre) y Virgen del Rosario (primero de octubre).

Estas Cofradías, muy arraigadas y de gran devoción en Mengíbar, son las que organizan los actos y cuidan al máximo de todos los detalles, con el fin de que resulten lo mejor posible.

También participan muy activamente el personal de la Parroquia de San Pedro Apóstol, tanto el párroco, como el sacristán, Antonio Moya Beltrán, que con el megáfono auna y coordina los cánticos y rezos del Rosario, así como los monaguillos, llevando la cruz parroquial. De las Cofradías, los Hermanos y otros vecinos, hablaremos en distintos apartados de este trabajo.

 

3.LA MADRUGADA DEL DOMINGO

Podemos decir que todo empieza hacia las tres de la madrugada de los domingos, citados anteriormente. A esa hora, un grupo de Hermanos de la Cofradía que le corresponda se reúne en casa del Hermano Mayor para ir a nuñir o «muñir» al resto de los Hermanos. La esposa del Hermano Mayor, consciente de la inoportuna hora, obsequia a los presentes con unos dulces ca­seros, hechos, exclusivamente, para este momento, con recetas heredadas de sus antepasados, como hojuelas, pestiños o roscos de aguardiente, que son acompañados de una copita de anís dulce o de resol, que además colaborarán en gran manera para preparar las gargantas de los cantantes solistas de las coplas, así como de los que acompañan, cantando los estribillos a coro. No pueden faltar los que tocan las guitarras, el único instrumento que acompaña a1 grupo.

Cuando el Hermano Mayor indica, calculando el tiempo que se inver-tirá en hacer el recorrido por todas las casas de los Hermanos, el grupo abandona la casa del Hermano Mayor, cantando antes en su puerta la primera copla, una voz recia y fuerte rompe el silencio de la noche, acompañada del rasgueo de la guitarra como fondo. AI finalizar, el coro entona el estribillo.

Se inicia el recorrido por las casas de todos los Hermanos, Hermanas y camareras de la Cofradía, cantando en las puertas de todos ellos una copla, invitándoles a levantarse e ir al Rosario y llamándoles, hasta que dan muestras de que lo han oído. Así el grupo se va ampliando, comprobándose en el acompañamiento del coro. Algunas de las Cofradías, debido al gran número de Hermanos, tienen que hacer varios grupos para poder muñirlos.

 

Son muchas las esposas de los Hermanos que obsequian al grupo, cuando llegan a su casa, con otra copita y un dulce, agradeciéndola los Hermanos, pues así vuelven a aclarar sus enronquecidas gargantas.

Resulta verdaderamente emocionante y conmovedor despertarse en el silencio de la noche con esas encantadores coplas, cantadas con voces graves y recias. Creo que en esos momentos el que las oye, sea o no Hermano de la Cofradía, cree que está en otro mundo, en otro rosarios3.jpgambiente y que no es posible que sea cierto lo que está oyendo.

Por fin se han recorrido todas las casas de los Hermanos, casi coinci­diendo con la hora del inicio del Rosario en la Parroquia de San Pedro Apóstol. Si hay que esperar, el clima, normalmente, es benigno a esas horas y se hace, sentados en los bancos de la plaza de la Constitución.

La gente joven va llegando temprano a la plaza, agrupándose en sus co­rrespondientes pandillas, y también esperan en la puerta de la iglesia.

4. EL ROSARIO DE LA AURORA

Son las siete de la mañana y las campanas dan el tercero y último toque, anunciando que va a empezar el Rosario. La gente afluye a la iglesia por todas las calles que conducen a la misma. La plaza se queda sola y entramos en la iglesia. Las luces están ya encendidas. Los primeros bancos han sido ocupados por los Hermanos de la Cofradía. Llevan todos un farol con las velas encendidas, vestigio de tiempos antiguos, cuando las calles estaban oscuras o ilu­minadas débilmente por unos escasos y aislados faroles de aceite, la mayor parte de la noche apagados, sobre todo, cuando hacía viento o llovía. En las caras de los Hermanos asoman claros síntomas de no haber dormido y de estar cansados, por lo que han acogido este rato de descanso con agrado. En la iglesia se oye el rumor y susurros de los fieles, que llegan y ocupan los pocos sitios vacíos de los bancos.

Delante del altar mayor está expuesta sobre un trono la imagen del do­mingo correspondiente. Las Hermanas Camareras la han engalanado rosarios4.jpgvestida con las mejores galas. Una batería le proporciona luz a través de un reflector, que la conduce hacia su bella cara. Los fieles y Hermanos no dejan de mirarla imagen y en silencio le rezan, acordándose de las necesidades de los suyos, de sus problemas más acuciantes. Otros le agradecen los beneficios reci­bidos. Algunas lágrimas caen por las mejillas de hombres, que sólo ellos saben el porqué.

Sale el sacerdote revestido de la sacristía e inicia el rezo del Rosario con el «Señor mío Jesucristo». A continuación anuncia los misterios gloriosos. In­mediatamente se oye el rasgueo de las guitarras y un Hermano inicia una de las coplillas. Hay silencio y el estribillo ya no lo cantan sólo los Hermanos, ahora son todas las personas presentes, pues lo saben desde que eran muy pequeñas, cuando, cogidos de la mano de su abuelo o padre, iban con gran ilusión y contentos al Rosario de la Aurora. Acabada la copla y el estribillo, todos, al unísono, cantan con original tono el Padrenuestro. Se rezan en laiglesia las Avemarias del Misterio y, finalizado el mismo, se inicia el se­gundo, con el mismo ceremonial de antes. Antonio Moya Beltrán, el sa­cristán, inicia la salida por la puerta de la plaza del Sol, y con la ayuda del megáfono entona y acopla el canto de las Avemarias, al mismo tiempo que empieza a organizar el cortejo. La gente sale de la iglesia y en la plaza se van formando las filas. La cruz parroquial, portada por los monaguillos ya está en la plaza de la Constitución, incorporándose a las mismas los que han dor­mido un rato más. Los últimos en salir son los Hermanos. Sus faroles iluminan la noche aún cerrada y ponen esa nota antigua, ancestral y tradicional. Por el centro de la calle, con los cetros en la mano y conscientes de su dignidad, van el Hermano Mayor, el Entrante y el Saliente. El párroco de San Pedro va junto a ellos.

El cortejo se detiene al llegar a la calle Alamos. Cesan las Avemarias, el sacerdote reza el Gloria y anuncia el tercer Misterio. Otro Hermano de la Co­fradía entona una copla, el estribillo es de nuevo cantado por todos los asis­tentes, así como el Padrenuestro, y las filas se vuelven a poner en movi­miento. Las calles están vadas y en algunas bocacalles hay vehículos detenidos, ocupados por personas que marchan al trabajo rosarios5.jpgy esperan que pase el cortejo. En algunos balcones y ventanas los visillos están descorridos y sus moradores contemplan con emoción el espectáculo, así como unos niños en pijama, despertados también por los cantos, que asoman sus lindas cabecillas des­melenadas, y expresando muy claramente en sus rostros, somnolientos e in­terrogantes, la sorpresa de lo que están viendo.

En la calle García Morato, popularmente conocida por Alta, vuelve a de­tenerse el cortejo para iniciar el cuarto misterio. Nueva copla y Padrenuestro. Está amaneciendo y en el cielo empiezan a verse los primeros rayos de luz del nuevo día. Por las calles del antiguo casco urbano de Mengíbar, como Pá­rroco Cristóbal Merino (antes, Eras), Concejo, Pompa, Cruces y Jaén se llega a la iglesia de San Pedro. El templo ha vuelto a llenarse de gente; se reza el quinto Misterio y las Letanías con el mismo ceremonial y terminan los actos de la mañana.

Los Hermanos acompañan al Hermano Mayor hasta su casa, rezándose en la puerta, antes de entrar, el Credo, puestos de rodillas. Seguramente, la esposa del Hermano Mayor no consentirá que se marchen sin volver a ob­sequiarles con otro dulce y copita para atenuar el sabor amargo de toda una noche en vela, despidiéndose pronto hasta la tarde, en la que tendrá lugar la Fiesta Mayor en la Parroquia de San Pedro y, a continuación, la procesión.

La juventud marcha presurosa y en pandillas en busca de los afamados «churros» de Mengíbar. El ama de casa aprovecha el madrugón para hacer las faenas que tiene atrasadas o, en compañía de sus vecinas, va también a desayunar con «churros», llevándoles a los familiares, que no han madrugado, unas suculentas y calientes rosquillas. Los hombres, aprovechando la placidez de la mañana, dan un paseo o van a desvaretar las olivas u otro cualquier trabajo pendiente.

 

Recuerdo en mi niñez, cuando después del Rosario comprábamos membrillos a los hortelanos, que vendían su afamada fruta, procedente de las cé­lebres huertas de los Chorrillos, Castromonte o la Colonia, regadas por los ríos Guadalbullón y Guadalquivir, junto a la iglesia de San Pedro, y después nos íbamos a jugar al fútbol en las eras, en las que, afortunadamente para nosotros, sólo quedaba por esas fechas algún montón de paja del balaguero, resto de la recolección, por lo que no teníamos problemas con los guardas rurales. Otras veces nos íbamos al parque, ya con buenas sombras, donde hacíamos los planes para el domingo y comentábamos nuestras inquietudes e ilusiones, muchas e importantes, entonces, para nosotros.

 

5. COPLAS PARA MUÑIR

A lrosarios6.jpgo largo de los siglos se ha ido formando un amplio repertorio de le­tras de coplas, con las que los Hermanos muñían al resto de la Cofradía para invitarles a ir al Rosario. Muchas de ellas se han debido perder, sin embargo, otras perduran, transmitidas de generación en generación, pues, cuando éramos niños, ya las oíamos cantar a nuestros mayores. Es difícil calcular su origen, aunque, como decíamos antes, nos inclinamos a pensar que fue en los siglos xvn o xvm. Hace bastante años recopilé gran número de ellas, procedentes de testimonios orales y de colecciones particulares, escritas en viejos, arrugados y amarillentos papeles. Fruto de todo ello, las ofrezco a los lectores, con el fin de que perduren para la posteridad.

La lectura atenta de esas coplas nos permite contemplar unas sencillas, populares e ingenuas composiciones métricas, totalmente anónimas y cuyos autores han debido ser sacerdotes y poetas locales, que han tratado siempre de mover la fe del pueblo, mediante estas sentidas alabanzas a Jesús Naza­reno o a María, en distintas advocaciones, no faltando los principios dogmá­ticos.

 

A) Coplas dedicadas a Jesús Nazareno

1.De rodillas todos tus Hermanos,
humildes pedimos nos des tu perdón
y protejas a esta Cofradía

que, para alabarte, viene con amor.

Estribillo

Y así con fervor,

quien quisiera subir a la gloria,

rezará el Rosario con gran devoción.

verás que María te admite
por hijo querido de su corazón.

verás que...

 

2.Los Hermanos tienen el cuidado

de andar por las calles para despertar

y sus voces entran en el cielo haciendo armonía

por la «madruga»

 

Vuestro amparo, benigno y suave,
hoy los desterrados buscan con afán,
porque saben que eres tú, María,
para con tus hijos Madre de piedad.

Estribillo

Y por comenzar, en el nombre de Dios Soberano,rosarios7.jpg

así es que resuena, claro y celestial. En el nombre...

Un hermano le dice a otro hermano:
vamos al Rosario; yo no puedo ir,
porque tengo la mujer muy mala

y alo más preciso hay que acudir.

Estribillo

Hermanos venid

a rezarle Rosario a la Aurora

y a darle alabanzas a la Emperatriz.

A rezarle Rosario...


6.LAS TARDES DE LOS DOMINGOS

Celebra cada una de las cinco Cofradías en el domingo respectivo su Fiesta Mayor desde tiempos inmemoriales. Algunas la celebran el domingo por la mañana y otras por la tarde. En ambos casos, tienen lugar en la iglesia de San Pedro. Solemne Eucaristía y pregón a cargo del Párroco, haciendo un canto y exaltación a la imagen titular de la Cofradía, así como animando a los Hermanos en el cumplimiento de sus deberes como cofrades y, por consi­guiente, cristianos. Asistencia masiva de fieles y de la mayoría de los Hermanos de la Cofradía, pues no en vano así lo ordenan los viejos Estatutos, aprobados hace bastantes siglos. Desde la casa del Hermano Mayor han venido a la iglesia con banderas, gallardetes y faroles. Es un día grande para esos Hermanos, y para algunas de las Cofradías constituye un día excepcional, ya que no cele­bran otros cultos más que los de este domingo, como Virgen de Fátima, Virgen del Carmen y Virgen del Rosario; otras vuelven a tenerlos con motivo de la Semana Santa, como Jesús Nazareno y Virgen de los Dolores.

7.LA PROCESIÓN

Acabada la Eucaristía, la imagen, que estaba expuesta junto al altar mayor de la iglesia en un bello trono y adornada primorosamente por las Her­manas camareras, va a salir en procesión por el itinerario tradicional de Men-gíbar, que se remonta al siglo xvn, por lo que es fácil adivinar que transcurre por el casco viejo de Mengíbar. La Banda de Música espera en la plaza del Sol, así como muchos fieles, que esperan rosarios8.jpgla salida de la imagen para incorporarse a la comitiva. La Marcha Real suena, cuando la imagen aparece por la puerta de la bella fachada renacentista de la iglesia de San Pedro, entre aplausos y vivas de unos corazones agradecidos. Promesas de favores recibidos, como pies descalzos y llevar el trono de la imagen. Las filas de fieles se van incre­mentando a medida que la procesión avanza. Es de noche y el rostro de la imagen va iluminado por reflectores. Al paso de la procesión, los vecinos se asoman a los balcones y ventanas y encienden las luces de las fachadas. De muchos de ellos caen lluvias de pétalos y flores sobre la imagen. Antes, en ciertas casas del itinerario, adornaban una mesa, a modo de altar, para que depositaran en ella la imagen y los Hermanos horquilleros descansaran.

Viejas costumbres se ponen en práctica cada año, como las originales pe­sadas. Con una romana, instrumento de pesar, adquirida por la Cofradía hace muchos años o bien regalo de algún Hermano, un palo fuerte y unas sogas, a lo largo del itinerario de la procesión, se pesa a personas mayores o niños, por promesas, pagando éstos a cambio una limosna para el arca de la Cofradía. Los Hermanos encargados del peso, emplean ceremoniales tradicionales y originales, aumentando en gran cantidad las cifras de los kilos, con objeto de que los fieles lo hagan también con los donativos.

Cuando la procesión se encierra, los Hermanos, siempre en Cofradía, marchan a la casa del Hermano Mayor o a un restaurante, donde tiene lugar una comida de Hermandad, precedida por la obligatoria Junta de Gobierno de la Cofradía.

Los fieles abandonan también la iglesia y caminan a las terrazas de los bares, normalmente hace aún buen tiempo, para tomar una cerveza. Son muchas la personas que salen sólo en estos domingos, por lo que también apro­vechan el momento para tal fin.

Recuerdo en mi niñez y juventud, cuando en estos domingos de septiembre llegaban a Mengíbar varias familias de Andújar con grandes seras, llenas de piñones. Paraban en la posada de Barahona e instalaban sus puestos de venta en la plaza de la Constitución, entonces en alto, y los mengibareños compraban aquellos ricos y frescos frutos de las pinas, pagando por ellos, según fuese la capacidad de unas medidas de madera. Había que llevar en el bolsillo un partipiñones, bien metálico o de madera, éstos últimos fabricados por unos carpinteros de Mengíbar, los hermanos de la Chica Saeta. Como el paseo estaba entonces localizado exclusivamente en la plaza de la Constitución, si hacía buen tiempo, ésta amanecía al día siguiente cubierta de cascaras de piñones. Menos mal que el Ayuntamiento tenía una limpiadora, María Torres Soria, que, pacientemente, dejaba en poco tiempo la plaza de nuevo limpia. La afición de los mengibareños a los piñones era tan rosarios9.jpggrande que los vendedores llegaban a Mengíbar los viernes y permanecían todo el fin de se­mana. Además de la plaza, escogían otros sitios estratégicos de venta, además de hacerlo por las calles en unas espuertas, con unos pregones típicos y bas­tante llamativos: piñooones, piñoooneees freeescooos... Hoy han dejado de venir piñoneros. Dicen que no es rentable y que el fruto es vendido directa­mente a industrias y confiterías para la elaboración de postres, dulces y he­lados. A los niños nos encantaba comprar una pina. La poníamos durante un rato en la lumbre y después, con una piedra, nos entreteníamos en sacarles los piñones, que así los encontrábamos más sabrosos.

Dada la afluencia de gente en las tardes de esos domingos, existía tam­bién la costumbre de los conciertos de la Banda de Música Municipal, en un templete, construido en la puerta del antiguo Ayuntamiento para la tempo­rada de verano, incluidos estos domingos de septiembre. Unos paseaban, a los acordes de los pasodobles, y otros asistían al concierto sentados o de pie. Nuestros mayores nos hablan del célebre Maestro Miguel Medina Pancorbo, muy gordo, con su chaleco de piqué blanco, dirigiendo la Banda. El año que no se construía el templete, el concierto tenía lugar en el centro de la plaza. Viejas estampas de unos tiempos que ya no volverán, pero que dejaron en no­sotros un recuerdo inolvidable.


8. LAS COFRADÍAS

Forzosamente, hemos de hacer una reseña de las Cofradías, que son las grandes protagonistas en esta tradición mengibareña. Cofradías, que se remontan a muchos siglos y, por consiguiente, cargadas de historia, tradición, religiosidad y vivencias cristianas.

a) Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno

La Real Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno fue fundada en Mengíbar en 1676, según aparece en diversas actas antiguas, con motivo de ordenarse la salida de las imágenes de la Parroquia de San Pedro Apóstol de Mengíbar, en las procesiones de Semana Santa y Corpus Christi. Sin em­bargo, no conserva esta Cofradía documentación de tal fecha, siendo la más antigua, la del año 1903, en que comienza un libro de actas y cuentas de la misma y que llega hasta 1939. En el mismo libro se contienen noticias de otros libros anteriores de la Cofradía, en las que hemos podido saber los nombres de los Hermanos de finales del siglo pasado y los de principios del actual, así como de los Hermanos Mayores que han regido la Cofradía y los acuerdos to­mados por la misma. También se conservan los libros de cuentas desde 1941 a la actualidad y los Estatutos de 1940, año en que se reorganiza la Cofradía, después del período de la guerra civil (1936-1939). Están compuestos de 14 ar­tículos y fueron aprobados por el Vicario General del obispado de Jaén, don Rafael García y García de Castro, con fecha 29 de agosto de 1940.

Goza esta Cofradía de gran tradición en Mengíbar, desempeñando un gran protagonismo en la vida religiosa popular, principalmente en la Se­mana Santa, en la que, además de la procesión del Viernes Santo, todo un acon­tecimiento en la vida local, ese mismo día organiza los famosos y tradicionales Pregones, en los que cuatro seglares cantan unas bellas secuencias de la Pa­sión de Jesús durante un sermón, predicado por un sacerdote en la iglesia pa­rroquial de San Pedro Apóstol. Estos Pregones, cuya antigüedad se remonta al siglo xvn, son de una gran belleza, tipismo y originalidad, constituyendo, además de su significado religioso, un testimonio popular de tradiciones arraigadas en rosarios10.jpgesta localidad y que hoy la Cofradía cuida con gran celo para que no se pierdan.

Con fecha 30 de marzo de 1991, los Hermanos de la Cofradía, reunidos en Junta General, acordaron por unanimidad nombrar a Su Majestad, don Juan Carlos I de Borbón, Rey de España, Hermano Mayor Honorario de esta Co­fradía, así como solicitar de su real persona que le fuera concedido a la misma el título de Real. Con fecha 22 de abril del mismo año, el Jefe de la Casa de Su Majestad, comunicaba a esta Cofradía que don Juan Carlos había aceptado conceder tales peticiones, por lo que, a partir de ese día, esta Cofradía tiene a gala el ser titulada como Real Cofradía y que el Rey de España sea su Her­mano Mayor Honorario.

La imagen actual de la Cofradía fue confeccionada en 1940 por el escultor sevillano, señor Piquer Catoulit, que la realizó, imitando al «Jesús del Gran Poder» de aquella ciudad. Sustituyó a la que fue destruida en 1936, atri­buida, con gran fundamento, al artista jiennense, Martínez Montañez. De aquella bella imagen se conserva parte del rostro y un interesante y valioso testimonio fotográfico, que confirman su belleza, destacando su realismo y fac­ciones correctas, pero, por desgracia, perdida para siempre.

Acompaña a la imagen otra de Simón de Cirene o Cireneo, ayudándole a llevar la cruz. Fue un obsequio a la Cofradía de doña María Josefa Pareja Aranda, el 15 de marzo de 1924, por una promesa hecha a Nuestro Padre Jesús Nazareno, al haber regresado su hijo, don José Lillo Pareja, soldado entonces en Marruecos, sano y salvo de la guerra del Rif.

La imagen de Jesús Nazareno ha recibido culto en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, en un camarín o capilla, desaparecido en 1969, a raíz de la reforma de la iglesia.

b) Cofradía de la Virgen de los Dolores

La Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores fue fundada en la iglesia de San Pedro Apóstol de Mengíbar en 1755, como lo prueba el libro primero de acuerdos y cuentas de la Cofradía, así como un acta de 1899, que se con­serva en la citada parroquia, en la que se fija el orden que las Cofradías men-gibareñas debían de llevar en las procesiones generales. Gracias a la docu­mentación, antes citada, sabemos que los Hermanos fundadores de esta Co­fradía fueron: Francisco López, primer Hermano Mayor, Juan de Malpica, Ma­nuel del Pozo, Juan de Moya, Andrés de Párraga, Fernando Sánchez, Pedro de Párraga, Alonso Ramírez, Andrés Benerando, Salvador Saeta, Manuel Delgado, Juan Camacho, Francisco Cayetano de Gámez y Vicente Sebastián Sánchez, primer Notario de la Cofradía.

Cuando se funda, lo hace con el nombre de Nuestra Señora de la Soledad y con el mismo sigue hasta muchos años después, que es cuando aparece con el de Nuestra Señora de los Dolores y con el que se le conoce en la actualidad. La entrada de nuevos Hermanos en la Cofradía era muy restringida y sólo se hacía cuando moría uno de los titulares. Si el fallecido tenía hijos varones, eran preferidos si lo solicitaban; en caso contrario, los Hermanos votaban en secreto a los aspirantes, resultando elegido el que más votos tuviese.

Además de los actos del Viernes Santo, esta Cofradía celebraba su Fiesta religiosa con sermón el día de San Miguel, costumbre que se perdió al ser sus­tituido por el penúltimo domingo de septiembre, cuando tiene lugar el Ro­sario de la Aurora, la Fiesta religiosa y la procesión.

Cuenta esta Cofradía con bienes inmuebles, siendo la única en la ac­tualidad, en Mengíbar, que goza de este privilegio. En 1928 los herederos del Hermano difunto, José Camacho, cedieron en propiedad a esta Cofradía un olivar de 19 matas con un pedazo de tierra calma, en el sitio de «la Muela», del término de Mengíbar, para pagar los 965 reales que el fallecido debía a la Cofradía por distintos alcances de los años en que había sido Hermano Mayor. Años más tarde, y ya en este siglo, una gran devota de la Virgen, doña Angustias Hermida de la Chica, marquesa de Senda Blanca, donó también a esta Cofradía una huerta en el sitio denominado «El Cañaveral», en el extra­rradio de Mengíbar.

No hemos podido averiguar el autor ni la fecha de confección de la imagen de la Virgen, que fue destruida en la guerra civil (1936-1939), a pesar de que se conservan las actas fundacionales de la Cofradía. Sin embargo, sí hay noticias de un retablo para el altar de la imagen en la iglesia de San Pedro, realizado por el maestro tallista Francisco Gabriel de Gálvez, en 1766. Unos años más tarde, concretamente, en 1798, la Cofradía vuelve a encargar otro retablo al maestro tallista Pedro de Guardia, quizá porque el primero no gustara o se hubiese arruinado. En esta ocasión sí sabemos su precio, siendo de 3.327 reales de vellón.

Desaparecida la imagen de la Virgen de los Dolores en 1936, la Co­fradía encargó la actual, en 1940, al imaginero granadino, señor Navas Parejo, que realizó una bella imagen de formas muy clásicas y expresión bastante acer­tada. Así, María sigue siendo el consuelo, la compañía y la fortaleza de los men-gibareños.

c) Cofradía de la Virgen del Carmen

Corría el año 1600, cuando Fray Gabriel de Cristo, Prior Provincial de la provincia del Ángel, de la Orden de los Descalzos de Nuestra Señora del Carmen de la primitiva observancia, se dirigía por escrito a sus amados Her­manos de la villa de Mengíbar que deseaban ser cofrades de la Virgen del Carmen, autorizando que se pudiese fundar la Cofradía y dando licencia al Prioste para que pudiera escribir los nombres de los nuevos cofrades, bendecir los escapularios y llevarlos al convento de San José de Jaén para allí escribirlos en el libro de la Cofradía. El valioso documento está firmado en el convento de la Concepción, de la localidad jiennense de la Mancha (Mancha Real) y fe­chado a 6 de septiembre de 1600, conservándose, afortunadamente, en poder de la Cofradía

Seguidamente, se redactaron las Ordenanzas, compuestas de seis artí­culos, que, por su originalidad, considero que deben ser conocidos:

rosarios11.jpg1.a. Ordenación:Puede entrar en la Cofradía cualquier persona, tra­yendo el escapulario y escribiéndose en el libro de ella.

2.a. Ordenación:No será admitido, si antes no ha confesado y comulgado, pues en ese mismo día gana indulgencia plenaria.

3.a. Ordenadón:Cada día rezará el cofrade siete Padrenuestros y siete Ave­marias con siete Glorias al Padre, por la Iglesia, extirpación de las herejías y el bien espiritual de la Cofradía.

4.a. Ordenación:Un domingo de cada mes, el que el Prior señalare, se hará una procesión por la iglesia, llevando la imagen de la Cofradía de Nuestra Se­ñora del Carmen, acompañándole todos sus Hermanos. El día de Nuestra Se­ñora del Carmen, el 16 de julio, que haya misa y sermón, predicado por un padre de la orden.

5.a. Ordenación:A los que entren en la Cofradía no se les pedirá limosna, aunque sí pueden dar algo para los gastos de las fiestas de la Cofradía.

6.a. Ordenadón:Los cofrades deberán comulgar en todas las Fiestas de Nuestra Señora, las tres Pascuas del año y el día de Nuestra Señora del Carmen.

Con estas seis ordenaciones, firmadas por el Licenciado Olea, la Cofradía se gobernó durante bastante tiempo, destacando la tercera, en la que el cofrade se obliga al rezo diario de los siete Padrenuestros, vieja costumbre, convertida en hábito y que hemos visto perdurar en nuestros mayores.

El 11 de febrero de 1601, el Licenciado Alonso de Vitoria, Prior de la iglesia de San Pedro Apóstol, juntamente con el Padre Sebastián de San Hilarión, Su­perior de Jaén de la Orden de los Carmelitas Descalzos, nombraron escribano de la Cofradía a Cristóbal de Mírez, vecino de Mengíbar y Hermano de la Co­fradía. También acordaron que la Fiesta, que tenía que hacerse a Nuestra Se­ñora del Carmen, fuera el segundo domingo de cada mes. El 8 de julio de 1601, los citados anteriormente nombraron Prioste de la Cofradía a Pedro García Ba­rragán, vecino de Mengíbar. Conserva la Cofradía una valiosa documentación de siglos pasados, lo que demuestra su intensa actividad y vida cristiana.

Con el paso del tiempo, la Cofradía debió atravesar diversos momentos de crisis, como lo demuestra el hecho de que en 1703, Fray Andrés de Santa Teresa, Provincial de la provincia de Nuestro Padre San Ángel de Carmelitas Descalzos de Andalucía la Alta, da facultad y licencia al Maestro don Pedro Gervasio Duque, cura de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol de Men­gíbar, para que pudiera bendecir escapularios y admitir Hermanos en la Co­fradía de Nuestra Señora del Carmen, y, a los que recibiesen el escapulario, les pusiese en el libro de la Cofradía, para lo que tendría un libro en blanco. Los Hermanos tendrían la obligación de rezar todos los días siete veces el Pa­drenuestro y guardar abstinencia tres días de la semana: miércoles, viernes y sábado. Será en el mismo siglo, concretamente, el 13 de diciembre de 1793, cuando Fray Juan del Espíritu Santo, General de la Orden de los Carmelitas de la primitiva observancia, autoriza la refundación de la Cofradía de Nuestra Señora del Carmen en Mengíbar, y el 4 de febrero de 1794, Fray Antonio de San José expone al Deán y Gobernador del Obispado de Jaén, el señor don José Martínez de Mazas, las razones de la refundación de la Cofradía, al existir 33 cofrades y 27 Hermanos, por lo que el 7 de febrero del mismo año se aprueban los nuevos Estatutos de la Cofradía por el señor Obispo de Jaén, que se componen de 12 artículos.

En 1940, acabada la guerra civil (1936-1939), de nuevo se reorganiza la Cofradía, confeccionándose un reglamento, compuesto de cinco artículos, entre los que merece citarse el quinto, en el que la Cofradía se reconoce como au­xiliar o parte integrante del movimiento de la Acción Católica y procurará ayu­darle, tanto en forma individual como colectiva, procurando que sus com­ponentes se inscriban en la misma.

Se conserva un valioso documento fotográfico de la antigua imagen de la Virgen del Carmen, desaparecida en 1936, con la cabeza algo inclinada hacia la derecha, semblante juvenil y unas facciones muy bien conseguidas. En la mano derecha lleva cetro y escapulario y en la izquierda sostiene la imagen de un Niño. Debido a la fe y devoción popular de los mengibareños hacia esta imagen, mereció el honor de ser colocada en el Camarín, que antes de la res­tauración de 1969 existía a la izquierda del Presbiterio, en la nave de la Epís­tola, de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol. No regateó esfuerzos la Cofradía para adornar con decencia el citado Camarín, y con rifas, siembra de garbanzos, suscripciones, etc., consiguió hacer una bóveda sencilla, pero elegante, así como un altar digno, delante del Camarín.

Es muy frecuente ver la imagen de la Virgen sin el Niño, debido a que, cuando cualquier Hermano o gran devoto está gravemente enfermo, en pe­ligro de muerte o agonía, él o sus familiares solicitan de la Cofradía que la imagen del Niño esté en la habitación del moribundo para que le ayude en los últimos momentos de su vida, pues todos son conscientes de la esperanza en esos momentos en la ayuda de la Virgen del Carmen. Esta fue la causa, así lo creemos, de que no se destruyese en 1936 la imagen del Niño, pues estaría en casa de algún Hermano enfermo y la familia debió de esconderla hasta la finalización de la contienda.

En 1940 la Cofradía encarga la confección de la imagen actual al ima­ginero sevillano, señor Piquer Catoulit, que supo lograr una bella imagen.

d) Cofradía de Nuestra Señora del Rosario

La Cofradía de la Virgen del Rosario fue fundada en 1697 en la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol, tal como aparece en antiguas actas de la Pa­rroquia, antes citadas, de los siglos xix y xx, para designar el lugar que co­rrespondía a cada Cofradía en las procesiones del Corpus Christi y la Soledad del Viernes Santo.

 

No dispone la Cofradía en la actualidad de documentos de los años de su fundación, ya que los más antiguos se remontan a 1903, habiéndose per­dido, por desgracia, los anteriores. Repasando los libros de acuerdos y cuentas, observamos una gran fe y devoción de los Hermanos a la Santísima Virgen del Rosario a lo largo de los tiempos, lo que nos hace comprender el por qué esta Cofradía goza en la actualidad de tanto arraigo en Mengíbar.

La Cofradía suspendió su actividad durante la guerra civil (1936-1939), pero acabada ésta, el 1 de septiembre de 1939, se reunieron en el domicilio del Hermano Mayor y Notario de la Cofradía, don Andrés Párraga Aguilar, los Hermanos: don Francisco Cazalilla Aler, don Miguel Moya Delgado, don Ni­colás Lorente García, don Manuel Arroyo Moya, don Juan Manuel Berguices Muñoz y don Fernando Fernández Cuevas, con el fin de reorganizar la Co­fradía. El 1 de octubre del mismo año volvió a reunirse y acordaron los Her­manos ratificar y cumplir los Estatutos, con los que se venía gobernando y cuyos originales se habían perdido por haber estado depositados en la pa­rroquia de San Pedro Apóstol, cuando se inició la guerra civil (1936-1939). Quizá merezca la pena transcribir lo que esos Estatutos decían del Rosario de la Aurora:

«A las dos de la mañana saldrán los Hermanos de casa del Mayor con un canto y acompañados con guitarra, instrumento propio para acompañar en las coplas a María Santísima, según su tradición, y cantarán una copla en la puerta de cada Hermano, como igualmente al Clero Parroquial, y una vez terminados, mar­charán a casa del Hermano Mayor para salir al segundo toque del Santo Rosario de la Aurora con banderas, gallardete, cetro, marías y faroles encendidos para asistir a él. A las Hermanas Camareras y Protectoras también se les cantará otra copla en la puerta de su casa».

Se conservan bastantes testimonios orales en el seno de esta Cofradía. Uno de ellos nos habla de que fueron 15 los Hermanos fundadores, en me­moria de los 15 misterios del Santo Rosario. Después, ese número fue ampliado y en la actualidad cuenta con más de 80 Hermanos. Aunque no dispon­gamos de noticias concretas, esta Cofradía debió de desempeñar un gran pro­tagonismo en la implantación de la costumbre del rezo del Santo Rosario de la Aurora en los domingos de septiembre y primero de octubre, costumbre ya tradicional y bastante arraigada en Mengíbar.

Muy interesantes y sugestivas noticias existen sobre el origen de la pri­mitiva imagen de la Virgen del Rosario. Cuenta la tradición oral que un mengibareño, emigrante a América en el siglo xvn, recordando con año­ranza a su novia, que esperaba en Mengíbar su vuelta para contraer matri­monio, conoce a un buen escultor en aquellas tierras y le encarga una imagen. El escultor se basó para su confección en la descripción que el joven le hizo de su prometida. Esta imagen sería la Virgen del Rosario, que llegó al puerto de Málaga, donde un grupo de Hermanos la esperaban para traerla a hom­bros hasta Mengíbar.

Esta imagen, como otras muchas, fue destruida en 1936, pero unosdías después de esos lamentables y penosos hechos, una devota pudo recuperar la cabeza, con indicios de la salvajada acción, y una de las manos, entre un montón de restos de las imágenes destruidas. También la imagen del Niño, que la Virgen sostenía en sus brazos, fue localizada y se consiguió recuperar, al haber sido empleada, ingenuamente, como muñeco para los juegos de una inocente niña. Cuando acabó la guerra civil (1936-1939), se mandó la ca­beza y la mano a Granada, con las que el señor Navas Parejo consiguió res­taurar y completar una nueva imagen. Pero ésta, tan querida y venerada por los mengibareños, desapareció en un incendio en 1971, provocado por una vela, que alguna devota había colocado demasiado cerca del manto de la imagen, en la iglesia de San Pedro. Afortunadamente, de nuevo pudo salvarse la del Niño. Ante esas circunstancias, don Manuel Párraga Vílchez, Licenciado en Bellas Artes y prestigioso escultor, realizó una nueva imagen, que, por su be­lleza, ha hecho olvidar pronto la anterior. En 1957 la Cofradía había encargado al citado don Manuel Párraga Vílchez, la construcción de un Retablo para el altar de la iglesia de San Pedro Apóstol, donde la imagen recibía culto. En el mismo destacaba un excelente medallón, con escena alusiva a la Virgen del Rosario, en su parte superior. Estaba situado junto al de la Virgen del Carmen, en la nave de la Epístola, y también desapareció en la restauración de la iglesia, en 1969.

e) La Jacobea Cofradía del Rosario de Fátinta

Esta Cofradía, fundada en 1948, es la más moderna de las que celebran entre sus actos el Rosario de la Aurora, aunque no en septiembre, sino el úl­timo domingo de agosto.

Del 28 al 29 de agosto de 1948, un grupo de jóvenes mengibareños asistió en peregrinación a Santiago de Compostela para postrarse, junto a la juventud española de Acción Católica y a la del mundo entero, ante el Apóstol, para pedirle su poderosa intersección y que reinara la paz en España y en el resto del mundo, además de confesar su fe en Cristo.

Componían el grupo: don Serafín Alcalá Villalta, don José Polaina Hi­gueras, don Manuel Duran Siles, don José María Ruiz Jiménez, don José María Párraga Lillo, don José Párraga Barranco, don Raimundo Medina Me­dina, don Antón Pancorbo Gómez, don Francisco Párraga Iglesias y don En­rique Beltrán Pareja.

En Santiago de Compostela, en aquel ambiente de fervor religioso, per­cibiendo el amor y devoción que se vivía en aquellos momentos a la Virgen de Fátima, se prendaron del mismo y, recordando a su patria chica, decidieron traerlo a Mengíbar y compartirlo con sus amigos y familiares, comprome­tiéndose seriamente a fundar la JACOBEA COFRADÍA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA.

Cuando aquellos jóvenes llegaron a Mengíbar, pusieron en práctica su promesa, pues inmediatamente redactaron los Estatutos, formados por 10 ca­pítulos y 30 artículos, siendo aprobados por el señor Obispo de Jaén, don Ra­fael García y García de Castro, con fecha 18 de abril de 1950.

 

En el artículo 3, del capítulo 1, entre los actos de culto que celebrará la Cofradía, leemos: «El citado domingo, aniversario de la peregrinación anunciada, celebrará la Cofradía un Rosario de la Aurora, Misa de comunión de todos los Her­manos, y procesión con la imagen titular, asistiendo la Cofradía en pleno con insig­nias y bandera, así como la Banda de música».

Con el permiso del entonces Párroco de la iglesia de San Pedro Apóstol, don Federico Anguita Palacios, empezó a funcionar la Cofradía, adquirién­dose una bella imagen, que fue recibida por los Hermanos, devotos y fieles, con gran alegría y entusiasmo, siendo llevada en procesión a la Parroquia para ser bendecida, recorriendo después los hogares de todos los Hermanos. El primer Hermano Mayor fue don Serafín Alcalá Villalta, y Secretario, don Ma­nuel Duran Siles.

El último domingo de agosto de 1949, la Cofradía celebró sus primeros actos, tal como ordenaban los Estatutos, aún pendientes de aprobación. So­lemne Triduo, Rosario de la Aurora, Eucaristía y procesión con la imagen. Y así, un año y otro año. Hoy, cuando han pasado casi cincuenta años de la fun­dación de la Cofradía, fallecidos algunos de los Hermanos fundadores y en­canecido los demás, la Cofradía sigue viva y activa. Muchos jóvenes forman parte de la misma y en Mengíbar se sigue amando y dando culto a la Virgen de Fátima.



9. ALGUNOS VECINOS Y COFRADES QUE HAN HECHO Y HACEN POSIBLE ESTA TRADICIÓN.

Resultaría difícil hacer una relación de todos los mengibareños que protagonizan esta bella tradición mengibareña. Sin embargo, es forzoso ha­cerlo, pues sin ellos esta tradición quizá no fuese posible. Lo único que siento es omitir alguno o algunos. Estad seguros de que no ha sido esa mi intención, pues he querido recordar a todos aquellos, de los que he tenido noticias; pido perdón, si así fuese.

Quizá haya que remontarse a los años anteriores a la guerra civil (1936-1939), cuando vivía don Juan Santos Galindo y su hijo, don Diego Galindo Gómez. Creo, sinceramente, que ellos dos han sido los transmisores de estas coplillas a nuestra generación, pues recuerdo que en una libreta suya, con hojas amarillentas y letra casi ilegible por haber perdido la tinta su frescura, fue donde vimos muchas de las coplillas que antes hemos transcrito. No nos puede extrañar, pues ambos personajes fueron Sochantres de la iglesia parroquial de San Pedro Apóstol y tuvieron gran participación en la liturgia y celebra­ciones de todo tipo de la misma.

En los años cuarenta recordamos a otros dos célebres personajes: Amador Gallardo y Juan Santos Najas Martínez, que participaron durante mu­chos años, muy activamente, en esta tradición, muñiendo para algunas Co­fradías, el primero con la guitarra y el segundo con la voz, y creo que cual­quier mengibareño los recordará con cariño, oyendo su voz y guitarra en las madrugadas de septiembre. Juan Berguices continuó la labor de los anteriores, cuando la vejez hizo mella en sus vidas.

Y, cómo no, es imposible no mencionar la figura de otro mengibareño entrañable, Manuel Galindo Bailón, hijo y nieto de don Juan Santos Galindo y don Diego galindo Gómez. Aunque no reside en Mengíbar por motivos la­borales, él vive en espíritu con los mengibareños y, cuando llegan las típicas festividades, como Feria, Semana Santa, los domingos de septiembre, etc., Ma­nolo viene a Mengíbar, pero a participar muy activamente en ellas, pues su bella voz no puede faltar en uno de los Pregones del Viernes Santo ni en las muñiduras de los Rosarios de la Aurora.

También es de justicia resaltar a Juan Moya Beltrán. También él pone su privilegiada voz en todas las entrañables tradiciones mengibareñas, de las que es un gran enamorado, caracterizándose por su constancia y participación en las mismas.

Hay que mencionar, forzosamente, a los componentes de la Banda de Mú­sica, bien la Municipal o la actual, patrocinada por la Asamblea Local de Cruz Roja. En ambos casos ha muñido en las madrugadas durante muchos años, sobre todo en la Cofradía de la Virgen del Carmen, y ha acompañado a las dis­tintas Cofradías, durante las procesiones de las tardes de los domingos de sep­tiembre. En ambas ocasiones la bella melodía «Rosario» sigue sonando año tras año, despertando en las madrugadas de los domingos de septiembre y añadiendo tipismo y colorido a los desfiles procesionales.

Lógicamente, como decíamos al principio, no podían faltar los Her­manos de las Cofradías. Ellos también son los grandes protagonistas, los que hacen posible que estas fiestas y tradiciones sigan celebrándose a pesar de todo. A ellos no les falta la fe necesaria para seguir transmitiéndolas a las futuras generaciones con el fin de que nunca se pierdan. Entre los Hermanos, por tener cualidades y ponerlas al servicio de la Cofradía, actualmente, hemos de citar a:

Cofradía de Jesús Nazareno:

Guitarra:Antonio Barahona del Moral

Francisco Antonio Moya Arellano

Voces:Juan Moya Beltrán

Leonardo Medina Galán Alonso Torres Criado Pedro Pancorbo Barranco

Cofradía de la Virgen de los Dolores:

Guitarra:Ángel Delgado Sánchez

Juan José Robles Fernández

Voces:Juan Lerma Pancorbo

Raimundo Medina Garrido

 

Ángel Delgado Sánchez Juan Medina Garrido Joaquín Garrido Laguna

Cofradía de la Virgen del Carmen: Guitarra:Sebastián Plazas Plazas

Voces:Bernabé Lerma Gómez Martín Gómez Lerma Fieles con promesa de cantar

Cofradía de la Virgen del Rosario:

Guitarra:Francisco Gijón Sánchez

Fernando Fernández Cuevas


Voces:


Alonso Najas Najas Juan Valenzuela Polaina


FINAL

Y así, desde hace siglos, vive Mengibar esta tradición, así transcurren los distintos actos de estas sencillas, típicas y originales ceremonias. Quizá, a lo largo del tiempo haya pasado por momentos de crisis y decadencia; no obstante, hoy sigue viva y la participación de los mengibareños en ella es alta, además de la gran influencia que ejerce en la vida local.

Quiera Dios que perdure y que las generaciones venideras sigan parti­cipando, que los niños y niñas sigan haciendo faroles de melón y que en las madrugadas de los domingos de septiembre se sigan oyendo en Mengibar esas coplas, cantadas por unos hombres que expresan la fe, heredada de sus mayores.

 
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